lunes, 19 de noviembre de 2007

Un ciclo histórico del Apra

Entre el discurso de Haya de la Torre del 20 de mayo de 1945 y el artículo "El síndrome del perro del hortelano", de Alan García, del 28 de octubre de 2007, el Apra ha cerrado un ciclo histórico. En 1945, cuando terminaba el primer gobierno de Manuel Prado Ugarteche, en el Perú se abrió la posibilidad de retornar a un régimen democrático después de dos décadas de dictadura. Todos reconocían que no habría una salida estable si no se incorporaba al sistema político al Apra, que se encontraba proscrito y en la clandestinidad. Por eso, existía una gran expectativa por saber qué diría Haya de la Torre, luego de salir de las catacumbas.

Haya pronunció su discurso en la Plaza San Martín, desde un balcón cercano al Club Nacional, desde el que lo escuchaban atentamente los representantes de la oligarquía contra la cual había insurgido su partido dos décadas atrás. Fue a ellos que se dirigió su mensaje central: "No deseamos quitar la riqueza a los que la tienen sino crearla para quienes no la tienen". En el Perú la concentración de la tierra en poder de los latifundios (que inmovilizaban millones de hectáreas que permanecían sin cultivar) era uno de los problemas sociales fundamentales. Contra ese orden había surgido el aprismo, como partido antioligárquico y antiimperialista. La declaración de Haya representaba la renuncia a la reforma agraria y a la nacionalización de tierras e industrias, las reformas fundamentales que había propuesto. Este viraje abrió el camino a la alianza con el mismo Manuel Prado, el representante de la oligarquía, en 1956, conocida como la "convivencia", y con Prado y Manuel A. Odría (que en la década anterior había apresado, masacrado, torturado y asesinado a los militantes apristas), la "superconvivencia", en 1963.

Semejante viraje puso a prueba la fe de los sufridos militantes apristas. Se les brindó entonces la teoría del doble discurso: había uno para fuera, complaciente con la oligarquía y el imperialismo, y otro -el verdadero- para los militantes, quienes creían que el discurso público era un ardid, utilizado por el Jefe para engañar a los enemigos del pueblo, acerca de los verdaderos fines -revolucionarios- del partido.

El artículo de Alan García abre la posibilidad, finalmente, de que el Apra pueda superar su doble discurso. Ahora el alineamiento con los intereses de las grandes empresas, y con el capital extranjero es neto, lo mismo que su llamado a reconcentrar la propiedad de la tierra. Es por eso hondamente simbólico que lo publicara en El Comercio, el periódico que durante décadas fue visto por el aprismo como su gran enemigo.
m.galvez