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mal consejero
El sueño de Atahuallpa
El soberano del imperio incaico, antes de que fuese conducido al patíbulo y el torniquete le partiera la nuca, soñó que Túpac Katari acorraló a Nuestra Señora de La Paz y clamó justicia y libertad, hasta el día en que, traicionado como Cristo por uno de los suyos, cayó a merced de sus enemigos. Soñó que Túpac Katari estaba en un sombrío calabozo, frente a su interrogador, quien lo torturaba y le pedía los nombres de los principales cómplices de la rebelión. El caudillo indio lo miró con desprecio y nada le contestó. Entonces los realistas, tras coronarle con una gorra de espinas y pasearlo por las calles en actitud de escarnio, dictaron su sentencia de muerte por descuartizamiento: lo amarraron de pies y manos a la cincha de cuatro caballos, mientras un gritó retumbaba en los cuatro Suyos: «¡A mí sólo me matan, pero volveré y seré millones, carajo!”. El sueño de Atahuallpa fue premonitorio. Así como soñó que los restos de Túpac Katari fueron reducidos a cenizas y las cenizas esparcidas al viento, soñó también que el antiguo imperio de los hijos del sol, quienes compartían los lemas de Ama Suwa (no robar), Ama Llulla (no mentir) y Ama Qhella (no ser ocioso), volvería a ser como antes: la Pachamama prometida por Manco Cápac y Mama Ocllo.
la libertad
En el territorio de los inmortales se cruzaron dos hombres. El primero, montado a caballo, lucía espada al cinto y vestía uniforme de militar, casaca bordada y charreteras de general. El segundo, de barba y melena rebeldes, estaba enfundado en un uniforme de campaña; llevaba mochila, fusil al hombro, pipa encendida y boina con una estrellita roja en la frente. Al hacer un alto en el camino, no se hablaron ni se miraron, hasta que el segundo, la voz asmática y el cuerpo acribillado a tiros, le preguntó al primero el porqué estaba allí. –Estoy aquí –contestó agotado tras un largo viaje–, porque juré liberar a las naciones americanas del colonialismo español. Fundé cinco repúblicas, pero la traición y la enfermedad acabaron con mi vida a los 47 años de edad. ¿Y tú? –Porque quise liberar a esas mismas naciones de otro imperio más poderoso. Intenté encender la chispa de revolución continental, pero la muerte, fuera de combate y a los 39 años de edad, se me anticipó a la victoria final. –La libertad no conoce espadas ni balas que la maten –le consoló–. Y nuestros ideales de forjar una Patria Grande, donde todos vivan hermanados por la libertad, hoy se hacen realidad. –A todo esto –dijo el que estaba de pie, haciendo humear la pipa–, ya sé quien eres, mi general; pero me gustaría que lo dijeras tú mismo.El jinete tendió la mirada en el horizonte, sujetó las riendas del caballo y prosiguió su camino.
FABRICANDO LA MENTIRA
perro servil
humor
LECCIONES
Hay hombres que luchan un día y son buenos.Hay otros que luchan un año y son
mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertold Brecht