Sube el escándalo sobre la propuesta de Alan García para favorecer judicialmente a Fujimori, baja la aprobación de aquel en todo el país. Como para distraer la atención, García acaba de reiterar sus tesis a favor de la entrega sin control de los recursos naturales del país.
En su nuevo artículo, página entera de El Comercio de ayer, García no dice ni jota sobre el interés del Grupo Romero de adueñarse de dos millones de hectáreas de la selva, no sólo para explotar madera, sino también para acaparar pagos que los países desarrollados hacen a quienes defienden el medio ambiente –pagos que debieran ir al Estado peruano y a las comunidades nativas–.
Hemos denunciado el plan que la musa de García –el Banco de Crédito– tiene al respecto. Ahora, él se queja de que el proyecto que envió al Congreso haya sido detenido (gracias en parte a nuestra denuncia). Insiste en que con esa demora “se está bloqueando la creación de cientos de miles de empleos”.
¿Cómo llega a esa cifra? ¿Se le ha ocurrido en los momentos de ocio mental que dedica a sus artículos? ¿O es que se basa en cálculos del Grupo Romero? Lo serio consistiría en que muestre los datos que le permiten formular esa promesa.
García es el último mohicano del fundamentalismo neoliberal. Por eso reitera la propuesta de desintegrar, con el fin de hacerlas desaparecer, las comunidades campesinas. Para esto anuncia un proyecto de ley a fin de que las comunidades puedan “tomar la decisión de vender, parcelar o alquilar” sus tierras.
Detrás del telón se escucha el coro de las transnacionales mineras, que entonan: “Eso mismo que tú dices, / eso mismo digo yo, ¡jajay!”. La cumanana de Majaz, en Piura.
Dice García que bastaría con que el 50 de los comuneros asistentes a una reunión apruebe una medida como esa, igual que ocurre con la aprobación de una huelga sindical. Analogía falaz: las huelgas obreras plantean una reivindicación frente al propietario; no implican la renuncia a una propiedad.
Para justificar su abandono de todo el pasado ideológico y político del aprismo auroral, y apuntalar sus tesis antinacionales, García recurre a… ¡Lenin! Glosa de éste, arbitrariamente, el texto Capitalismo de Estado e impuesto en especie.
Ese escrito nada tiene que ver con la realidad del Perú actual. El propósito de Lenin era afrontar la gran crisis económica surgida de la guerra civil y la intervención extranjera. Abría un cauce transitorio al enriquecimiento de los capitalistas del agro; pero conservando en manos del Estado soviético posiciones claves como los bancos, el monopolio del comercio exterior y las industrias nacionalizadas. Era una maniobra táctica para salvar al socialismo, no para entregar todo el poder a los Dionisios Romero rusos. ¡A otro perro con ese hueso!
C.L.
D.D.L.primera