martes, 27 de noviembre de 2007

A Contracorriente. Esquizofrenia

Los trabajadores y movimientos regionales protestan, demandan. Pero Alan García está en otra galaxia, en otro espacio-tiempo histórico, en Alanofujilandia. Allá los mineros son privilegiados: ganan buenos sueldos. No es que 2 de cada 3 están contratados por "services", con salarios diminutos, sin seguridad social ni responsabilidad de las transnacionales para las cuales laboran jornadas de 12 horas. No viven en lugares como La Oroya donde 99% de los niños tienen más plomo en la sangre por contaminación que lo que permite la OMS y 20% requiere atención médica según el MINSA. O los niños del Callao que absorben plomo de los depósitos de minerales del puerto y sólo 1 de cada 20 tiene niveles aceptables de plomo (Digesa). Donde habitan García y la SNM, los privilegiados obreros mineros no sufren de neumoconiosis y múltiples enfermedades laborales, y las comunidades campesinas no sufren contaminación ni escasez de agua. No existen los 466 mineros muertos en accidentes laborales entre enero 2000 y junio 2007, asfixiados, intoxicados o mutilados. Son privilegiados que demandan abusivos derechos, como en la huelga que emprendieron el 5 de noviembre, sin causa alguna porque "ganan bien". Además, en el Perú oficial las huelgas no comprometen a nadie, aunque si comparamos las horas hombre perdidas por paros y huelgas mineras el 2005 (115,952) con 7 meses del 2007 (1´212,344), vemos que se han multiplicado.

En Alanofujilandia, los docentes universitarios son unos vagos por reclamar que se cumpla la ley (de hace 24 años) que nivela sus sueldos con los del PJ o que exigen más presupuesto para educación superior y desarrollo científico, en este mundo del conocimiento y la globalización. Y los maestros de escuela son una panda de ignorantes por exigir mejores niveles escolares y más recursos cuando el último balance educativo mundial coloca al Perú en último lugar de 131 países evaluados. En esa galaxia, los educadores lo tienen todo y sus reclamos son políticos. ¿Quién puede protestar porque a la educación se le asigne 3% de lo que el país produce cuando el compromiso del AN, firmado por el APRA, era dedicar el 6%, como mínimo? Los agitadores. Sólo a ellos preocupa los impuestos que no pagan los más ricos y las transnacionales que se llevan nuestros minerales y riquezas a precio de huevo mientras no hay plata para educación o salud. Menos dinero aún para promover un desarrollo alternativo en las zonas cocaleras –en huelga desde el 29 pasado– porque en realidad –para Garcimori– no son sino narcos y no campesinos pobres.

Y la salud, en ese mundo, es del carajo: hospitales con médicos y enfermeras bien pagados y dedicados a tiempo completo, no numerosos profesionales contratados a plazo fijo y sin derechos. Y todos tienen ambulancias, pues es una ficción que no se puedan comprar ni ambulancias ni patrulleros porque las coimas son escandalosas. Si el Estado ha resuelto el tema entregando la capacidad de comprar al PNUD, organismo de la ONU que antes administraba el dinero de la planilla dorada de Fujimori para pagar en dólares a los ministros, asesores y altos funcionarios.
¡Eso es garantía de transparencia!

¿Quién es ese 91% de encuestados que cree que la corrupción es alta o muy alta en el Estado y ese 88% que ve inefectiva la política anticorrupción? ¿No ha ratificado el Rey su confianza en los ministros denunciados? En su fase maníaca, Garcimori simplemente no ve que está desperdiciando –por segunda vez– una oportunidad para el país: altos precios de nuestros productos de exportación; posibilidades de obtener recursos para educación, salud, infraestructura, apoyo al agro y a las PYMES; articulación en bloque latinoamericano que nos permita cambiar un modelo económico en el que hay crecimiento –en algunos periodos– pero no hay desarrollo ni mejora en la calidad de vida porque las minorías siguen concentrando la riqueza. La gente lo siente. En medio del boom económico solo 15% de los encuestados en Lima y Callao dice que la economía está bien o muy bien (6% menos que el año pasado) y 33.4% que está mala o muy mala (12% más que el año pasado). Casi 28% dice estar peor hoy que hace un año (lo que sube a 31 y 49% en los sectores D y E, los más pobres), mientras casi 28% (y un 48% de los más pobres) cree que el próximo año será peor: 17% más que hace un año. El piso se mueve: 68% de los encuestados ve la situación política poco estable o no estable (casi 10% más que el 2006).

En Alanofujilandia –donde el poder manipula la información y negocia, como Montesinos, los votos del Congreso por prebendas– nada se debe mover. La negación de la realidad es la mejor receta, sazonada con amenazas y demagogia. Pero las fuerzas de oposición alternativa, que quieren un nuevo Perú en una nueva AL, no pueden contagiarse de la ceguera. El país reclama una alternativa y no se está trabajando seriamente para construir una fuerza capaz de sacar adelante una opción posible: un nuevo gobierno con un nuevo camino, que reivindique nuestros recursos naturales, garantice nuestros derechos, promueva nuestros sectores fundamentales como el agro, las PYMES y el turismo, invierta en educación y salud, y rescate la ética y la transparencia en la política para que la gente controle a las autoridades que elige e intervenga en la definición de su destino. Ello exige unir fuerzas, caminar el país y levantar una esperanza de futuro que muchos hoy sienten imposible. Una luz al final del túnel y la convicción de que podemos salir de él son indispensables.
J.D.C.