Pocos recordarán a quien fue secretario de prensa de la Casa Blanca durante parte del mandato de Bush II. Sin embargo, su nombre, Scott McClellan, comenzará a sonar fuerte recién ahora, pues el muchacho se ha permitido escribir un libro sobre su experiencia al lado del 'estadista' estadounidense. Saldrá en abril de 2008 y se llamará What happened: Inside the Bush White House and what's wrong with Washington (Lo que sucedió: Dentro de la Casa Blanca de Bush y lo que anda mal en Washington). Como en esta sociedad todo es negocio, las lealtades no existen y cada uno juega a lavar sus penas o a encubrir sus errores ganando mucho dinero.
No podía ser menos Scott que, cuando era vocero de Bush (entre 2003 y 2006), rozaba la repelencia. Y ya ha adelantado tres párrafos de un libro que no hace más que reafirmar lo que todo el mundo sabe: la Casa Blanca era y es una fábrica de mentiras. En lo que ya ha salido a la luz, revela que el presidente Bush y sus más cercanos colaboradores estuvieron "involucrados" en dar información falsa a la prensa respecto de la supuesta "filtración" a los medios de la identidad de la agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Valerie Plame. McClellan afirma en su libro que fue engañado por Bush y por otros funcionarios para desinformar sobre el caso. Cuenta allí que el disculpó públicamente (ese era su trabajo) a los ex asesores de la Casa Blanca Karl Rove y Lewis Scooter Libby porque Bush le pidió que le ayudara a restaurar su credibilidad después del fracaso en la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak, argumento con el que Washington justificó su invasión a ese país en 2003.
"Sin saberlo, pasé información falsa", dice McClellan. Y agrega: "Cinco de los más altos cargos del Gobierno estuvieron involucrados en ello: Rove, Libby, el vicepresidente, el jefe de gabinete y el propio presidente". En su tiempo de funcionario, McClellan desmintió la participación de los antes citados.
En un pasaje del libro dice, con tono dramático: "El hombre más poderoso del mundo me pidió que hablara en su nombre y recuperara la credibilidad que había perdido después de que no se descubrió ningún arma de destrucción masiva en Irak".
Y continúa: "Me encontré entonces en la sala de prensa de la Casa Blanca bajo la luz de las cámaras durante dos semanas disculpando públicamente a dos de los principales asesores de la Casa Blanca: Karl Rove y Scooter Libby".
Se vuelve patético cuando escribe: "Había un problema. No era verdad. Sin saberlo, propagué informaciones falsas. Y cinco de los más altos funcionarios de la administración estaban involucrados en esa acción.".
Ahora, el sustituto de McClelland, Tony Fratto (que quizá escriba un libro), recalcó la postura oficial al negar que Bush haya mentido a McClellan. "El presidente jamás suministró informaciones inexactas a sus voceros para confundir a los periodistas", dijo Fratto. ¡Fantástico! Casi lo mismo que siempre decía McClelland pero con otra cara. Ambas duras, por supuesto.
No podía ser menos Scott que, cuando era vocero de Bush (entre 2003 y 2006), rozaba la repelencia. Y ya ha adelantado tres párrafos de un libro que no hace más que reafirmar lo que todo el mundo sabe: la Casa Blanca era y es una fábrica de mentiras. En lo que ya ha salido a la luz, revela que el presidente Bush y sus más cercanos colaboradores estuvieron "involucrados" en dar información falsa a la prensa respecto de la supuesta "filtración" a los medios de la identidad de la agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Valerie Plame. McClellan afirma en su libro que fue engañado por Bush y por otros funcionarios para desinformar sobre el caso. Cuenta allí que el disculpó públicamente (ese era su trabajo) a los ex asesores de la Casa Blanca Karl Rove y Lewis Scooter Libby porque Bush le pidió que le ayudara a restaurar su credibilidad después del fracaso en la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak, argumento con el que Washington justificó su invasión a ese país en 2003.
"Sin saberlo, pasé información falsa", dice McClellan. Y agrega: "Cinco de los más altos cargos del Gobierno estuvieron involucrados en ello: Rove, Libby, el vicepresidente, el jefe de gabinete y el propio presidente". En su tiempo de funcionario, McClellan desmintió la participación de los antes citados.
En un pasaje del libro dice, con tono dramático: "El hombre más poderoso del mundo me pidió que hablara en su nombre y recuperara la credibilidad que había perdido después de que no se descubrió ningún arma de destrucción masiva en Irak".
Y continúa: "Me encontré entonces en la sala de prensa de la Casa Blanca bajo la luz de las cámaras durante dos semanas disculpando públicamente a dos de los principales asesores de la Casa Blanca: Karl Rove y Scooter Libby".
Se vuelve patético cuando escribe: "Había un problema. No era verdad. Sin saberlo, propagué informaciones falsas. Y cinco de los más altos funcionarios de la administración estaban involucrados en esa acción.".
Ahora, el sustituto de McClelland, Tony Fratto (que quizá escriba un libro), recalcó la postura oficial al negar que Bush haya mentido a McClellan. "El presidente jamás suministró informaciones inexactas a sus voceros para confundir a los periodistas", dijo Fratto. ¡Fantástico! Casi lo mismo que siempre decía McClelland pero con otra cara. Ambas duras, por supuesto.
Prensa escrita.