Hoy vivimos y discutimos primordialmente el tema de la globalización. Resulta curioso que nos interese más un fenómeno que marca nuestras vidas que otro que puede acabar con ellas, como es el calentamiento global. Más allá de que ambos sean consecuencia inevitable de la actividad humana y del progreso que ella ha generado, resulta racional, aunque no sensato, que nos distraigamos con lo contingente para evitar afrontar el duro rostro de la muerte que presupone la alteración climática.
A pesar de que la globalización es un fenómeno antiguo -para muchos comienza con los primeros imperios o con los descubrimientos de nuevas tierras-, recién hoy lo vivimos cotidianamente en distintas circunstancias de nuestra existencia. Pasará, sin embargo, mucho tiempo antes de que podamos evaluarlo adecuadamente debido a la aceleración que a dicho fenómeno ha impreso la tecnología en los últimos años.
Hay una enorme literatura sobre el tema y varias toneladas están produciéndose en este mismo instante para intentar desentrañar sus consecuencias. En su libro Globalización y pobreza, Alberto Romero desnuda aspectos no siempre difundidos. Su prólogo plantea, desde el inicio, la cara polémica de la globalización. Dice así: "La globalización se ha convertido en tema obligado de análisis y discusión, tanto en los foros políticos y empresariales como en el ámbito académico.
Pese a ser tan difundido el concepto, no existe consenso sobre los alcances que ha tenido el proceso globalizador a escala planetaria sino que, más bien, se presenta una verdadera confrontación de ideas, unas tratando de justificar el statu quo internacional, bajo el supuesto de que todos los países tienen las mismas oportunidades, al tiempo que otras rechazan cualquier posibilidad de inserción ventajosa en la actual división internacional del trabajo.
Una tercera posición trata de conciliar los puntos de vista extremos y de formular una especie de síntesis, en la cual las fortalezas y las debilidades dependen no solo de la correlación de fuerzas en el plano económico y político a escala mundial sino, también, de las transformaciones estructurales que se lleven a cabo en el interior de las naciones menos desarrolladas.
Independientemente de los enfoques planteados, la globalización se ha convertido en una especie de pretexto para justificar las desigualdades entre los diferentes grupos de países dentro de la actual división internacional del trabajo y, si bien es cierto que los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas ofrecen nuevas oportunidades de mejorar la situación de las naciones atrasadas en el contexto internacional, esta tiende a depender cada vez más de la estrategia transnacional de acumulación a escala mundial".
El libro, luego de un análisis crítico y punzante, encara el papel de la educación superior en la creación de conocimiento, el compromiso de la universidad, y reflexiona sobre la pobreza, los factores que la desencadenan y el cómo resolverla. Vale la pena leerlo.
A pesar de que la globalización es un fenómeno antiguo -para muchos comienza con los primeros imperios o con los descubrimientos de nuevas tierras-, recién hoy lo vivimos cotidianamente en distintas circunstancias de nuestra existencia. Pasará, sin embargo, mucho tiempo antes de que podamos evaluarlo adecuadamente debido a la aceleración que a dicho fenómeno ha impreso la tecnología en los últimos años.
Hay una enorme literatura sobre el tema y varias toneladas están produciéndose en este mismo instante para intentar desentrañar sus consecuencias. En su libro Globalización y pobreza, Alberto Romero desnuda aspectos no siempre difundidos. Su prólogo plantea, desde el inicio, la cara polémica de la globalización. Dice así: "La globalización se ha convertido en tema obligado de análisis y discusión, tanto en los foros políticos y empresariales como en el ámbito académico.
Pese a ser tan difundido el concepto, no existe consenso sobre los alcances que ha tenido el proceso globalizador a escala planetaria sino que, más bien, se presenta una verdadera confrontación de ideas, unas tratando de justificar el statu quo internacional, bajo el supuesto de que todos los países tienen las mismas oportunidades, al tiempo que otras rechazan cualquier posibilidad de inserción ventajosa en la actual división internacional del trabajo.
Una tercera posición trata de conciliar los puntos de vista extremos y de formular una especie de síntesis, en la cual las fortalezas y las debilidades dependen no solo de la correlación de fuerzas en el plano económico y político a escala mundial sino, también, de las transformaciones estructurales que se lleven a cabo en el interior de las naciones menos desarrolladas.
Independientemente de los enfoques planteados, la globalización se ha convertido en una especie de pretexto para justificar las desigualdades entre los diferentes grupos de países dentro de la actual división internacional del trabajo y, si bien es cierto que los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas ofrecen nuevas oportunidades de mejorar la situación de las naciones atrasadas en el contexto internacional, esta tiende a depender cada vez más de la estrategia transnacional de acumulación a escala mundial".
El libro, luego de un análisis crítico y punzante, encara el papel de la educación superior en la creación de conocimiento, el compromiso de la universidad, y reflexiona sobre la pobreza, los factores que la desencadenan y el cómo resolverla. Vale la pena leerlo.
C.G.G.
Prensa escrita.