Los debates de la recién clausurada CADE 2007 han sido ampliamente opacados por las declaraciones de José Chimpler.
Hace un año, al presentar la CADE 2006, Ben Schneider, el presidente del Comité Organizador, afirmó: "Llegó la hora en que los empresarios peruanos enfrentemos un tema que jamás tocamos frontalmente en nuestro Perú. Jamás existirá un futuro viable mientras persista la exclusión social. Con el lema 'No existe nosotros con alguien afuera: Inclusión y desarrollo para todos' deseamos expresar la importancia y compromiso de inclusión de todos los sectores en el desarrollo de nuestro país". Un folleto de publicidad añadía: "Sin un 'nosotros' que considere a todos, siempre habrá temor electoral cada cinco años".
El balance realizado un año después por la propia CADE reconoce que se ha avanzado muy poco: "Todos los ponentes -escribe Luis Davelouis Lengua, corresponsal de El Comercio- coincidieron en que el diagnóstico ya se hizo: la pobreza y todas sus secuelas son consecuencia de la marcada asimetría en la distribución de la riqueza". Frente a este panorama, los empresarios siguen proponiendo crecimiento económico e inversiones. No entra en su horizonte la redistribución de la riqueza, aunque sea en una escala tan modesta como la que les propone Alan García cuando los llama a incrementar los salarios por iniciativa propia. Como dice Davelouis, las exposiciones se limitan "a repetir lo que ya sabemos".
Compárese esta pálida retórica con la precisión ejecutiva de esta proclama: "Yo, como Pepe Chlimper, me pongo a disposición de él (Jorge del Castillo) para ir con mi arma, autorizada por la Dicscamec, mañana a las 6 de la tarde a tomar el puerto del Callao. Porque si la Marina no puede, yo puedo. No puede ser que perdamos el trabajo de un año porque 700 malnacidos se apoderan del puerto".
Como Chlimper se ha disculpado por el insulto, podemos pasar a lo sustantivo. Para él, que ha sido señalado en varias publicaciones como un modelo de "empresario moderno", la huelga no es un derecho constitucional de los trabajadores sino un atentado contra el país, que debe ser reprimido por la Marina. Y si esta no puede, allí está él y el Gobierno -encarnado en el premier Del Castillo- para poner manos a la obra.
Aparentemente, Chlimper está convencido de que su licencia de Dicscamec le autoriza a balear huelguistas, lo que es una forma extremadamente original de construir inclusión social. Podría robarle un verso a Atahualpa Yupanqui como lema: "En nosotros nuestros muertos, pa' que nadie quede atrás".
Hace un año, al presentar la CADE 2006, Ben Schneider, el presidente del Comité Organizador, afirmó: "Llegó la hora en que los empresarios peruanos enfrentemos un tema que jamás tocamos frontalmente en nuestro Perú. Jamás existirá un futuro viable mientras persista la exclusión social. Con el lema 'No existe nosotros con alguien afuera: Inclusión y desarrollo para todos' deseamos expresar la importancia y compromiso de inclusión de todos los sectores en el desarrollo de nuestro país". Un folleto de publicidad añadía: "Sin un 'nosotros' que considere a todos, siempre habrá temor electoral cada cinco años".
El balance realizado un año después por la propia CADE reconoce que se ha avanzado muy poco: "Todos los ponentes -escribe Luis Davelouis Lengua, corresponsal de El Comercio- coincidieron en que el diagnóstico ya se hizo: la pobreza y todas sus secuelas son consecuencia de la marcada asimetría en la distribución de la riqueza". Frente a este panorama, los empresarios siguen proponiendo crecimiento económico e inversiones. No entra en su horizonte la redistribución de la riqueza, aunque sea en una escala tan modesta como la que les propone Alan García cuando los llama a incrementar los salarios por iniciativa propia. Como dice Davelouis, las exposiciones se limitan "a repetir lo que ya sabemos".
Compárese esta pálida retórica con la precisión ejecutiva de esta proclama: "Yo, como Pepe Chlimper, me pongo a disposición de él (Jorge del Castillo) para ir con mi arma, autorizada por la Dicscamec, mañana a las 6 de la tarde a tomar el puerto del Callao. Porque si la Marina no puede, yo puedo. No puede ser que perdamos el trabajo de un año porque 700 malnacidos se apoderan del puerto".
Como Chlimper se ha disculpado por el insulto, podemos pasar a lo sustantivo. Para él, que ha sido señalado en varias publicaciones como un modelo de "empresario moderno", la huelga no es un derecho constitucional de los trabajadores sino un atentado contra el país, que debe ser reprimido por la Marina. Y si esta no puede, allí está él y el Gobierno -encarnado en el premier Del Castillo- para poner manos a la obra.
Aparentemente, Chlimper está convencido de que su licencia de Dicscamec le autoriza a balear huelguistas, lo que es una forma extremadamente original de construir inclusión social. Podría robarle un verso a Atahualpa Yupanqui como lema: "En nosotros nuestros muertos, pa' que nadie quede atrás".
C.N.M.
Prensa escrita.