En Surquillo, el alcalde ha colocado unas banderolas que indican que en ese distrito vamos a acabar con el “perro del hortelano”.
Chlimper casi mata varios “perros del hortelano” con su escopeta de retrocarga, que la DICSCAMEC le autorizó a portar para su defensa personal, en su anunciado asalto al puerto del Callao en rescate de sus uvas que se estaban pudriendo en los containers.
El presidente de la CADE, que había lanzado la pregunta de cómo podemos lograr construir un país próspero y justo, declaró que en ese evento se iba a tratar de las maneras como se puede superar el problema del “perro del hortelano”.
Althaus, De la Quintana, Chichi y Rosa María, vienen entrevistando a diversos especialistas económicos para que expliquen al país cómo acabar con este síndrome que ha estado en la base de nuestras actuales miserias. Hay también varias decenas de artículos, publicados en diferentes medios (algunos de ellos míos), apoyando o discrepando de la teoría del “perro del hortelano”.
O sea el Perú está conmovido por la aparición de un perro que nunca antes había estado en el debate. ¿Cómo ocurrió esto? Por dos razones: (a) por la magia de García para variar la agenda y generar falsos diagnósticos y soluciones; (b) por la necesidad de la clase empresarial de explicar que los problemas de la injusticia social, la pobreza, el atraso, están fuera de ellos, antes fue el Estado populista, ahora es el perro del hortelano. En el Perú hay los que recontracomen y los que apenas tienen para comer, y en medio de ambos, los que están recibiendo los primeros chorreos de los satisfechos y los que sobreviven como pueden en empleos precarios y pésimamente pagados. Pero García ha convencido a mucha gente que lo que falla aquí es que haya pobres con propiedad, cuando ésta podría estar racionalmente en manos de los ricos que son los que saben sacarle provecho; trabajadores con algunos derechos, cuando todos podrían estar sin ningún derecho, esperando que el crecimiento se los devuelva en el futuro; burócratas con poder de control, cuando las empresas estarían felices sin control alguno. O sea perros del hortelano.
Pero la fábula de la que estamos hablando se refería a unos canes que cuidaban las tierras del amo del asedio de los hambrientos, cuando a ellos tampoco les tocaba comida, lo que venía a ser una especie de crítica a la propiedad privada bajo el capitalismo. García el mago, en cambio, cuenta el cuento de otra manera: los perros son más bien burros que no quieren ceder lo que es suyo para que el hortelano se haga más rico. Es decir, es la fábula del que quiere lo que es del otro. Del presidente de los hortelanos que quiere acabar con sus propios perros.
R.W.
Prensa escrita