El día en el que tuvo que presentar ante la prensa el programa político que no tenía, mandó a su esposa a decir que se había intoxicado con un bacalao imaginario. Cobarde del forro.
El día que el general Salinas Sedó quiso reponer algo de decencia en la política peruana intentando un golpe constitucional en contra del golpista nipón que mataba y robaba, se fue corriendo a refugiarse a la embajada del Japón, mientras uno de sus chacales (un generalito que ahora está preso) recibía la orden de matar a Salinas Sedó. Miserable congénito.
Cuando ya sabía que no iba a regresar (lo acaba de admitir su hija y compinche Keiko Fujimori a la cadena Telemundo), dijo que sólo se iba a una cita internacional de jefes de Estado en Brunei, cuando su plan de vuelo tenía como destino Tokio, ciudad a la que llegó con miles de kilos de misterioso equipaje, ciudad desde la que renunciaría a la presidencia de la República mandando un fax al Congreso de Martha Hildebrandt.
Este aquelarre de la indignidad peruana y nipona, esta antología binacional de la traición y la cobardía, este Alberto Fujimori que sólo puede asustar a alguien más cobarde que él (¿el juez César San Martín, por ejemplo?) quiso ayer hacerse con el escenario negando ante parte de sus secuaces lo que es evidente: que en un régimen de terror como el que él impuso –un régimen que produjo tres mil desapariciones y asesinatos espantosos como el de Mariella Barreto- quien da las órdenes sólo puede ser el caudillo, el capo, el dictador. Y eso es lo que él era.
Ante la timidez posiblemente arreglada del doctor San Martín, que decía “aquí mando yo” con la vocecita de una Barbie hablándole a Ken, la rata de albañal más pintoresca de nuestra historia republicana gritó su inocencia inverosímil y “rechazó” la acusación fiscal, como si no fuese el acusado que es, el incriminado que es, el justiciable que es y el extraditado que fue gracias a la corte suprema de Chile.Y después de esos gritos inaceptables, la claque fujimorista haciendo lo suyo: barritas, aplausos, olas de admiración. De seguir así, al doctor San Martín habrá que preguntarle qué le han descubierto los equipos extorsivos del fujimorismo y de qué patraña se trata todo esto. No vaya a ser que la bazofia esté juzgando a la bazofia con la generosidad con la que las bazofias suelen tratarse entre sí, sí señor. No vaya a ser nomás.
Pero, en todo caso, a pesar del esfuerzo desplegado con la complicidad de la sala, el reo Fujimori no pudo evitar que la noticia más importante en torno a su prontuario se diese no en Lima sino en Washington, donde se reveló que un documento de la Agencia de Inteligencia de Defensa de los Estados Unidos (la DIA, no la CIA) dio plena cuenta, el 10 de junio de 1997, de la orden de Fujimori de no dejar tupacamaristas prisioneros en la operación de rescate llamada Chavín de Huántar.
El documento, en efecto, confirma la ejecución de Roli, el árabe, y de una subversiva muy joven que también se rindió sin intentar matar a los rehenes que tenía bajo sus órdenes. Ambos fueron llevados a la residencia y asesinados con disparos a la cabeza (Roli con una ráfaga, la muchacha con dos balas en la zona occipital). La orden de no dejar prisioneros que presentar ante la prensa mundial –y a los cuales hubiera podido sacárseles excelente información de inteligencia- sólo podía procedor de Fujimori, el machito alfa (cuando lo rodeaba un ejército de guardaespaldas) de la jauría.Esta revelación, que sacudió todas las agencias de noticias, le aguó la fiesta de la impunidad a los rafos, las keikos y el tragicómico surtido de alimañas que ayer parecían felices antes de enterarse de lo del cable noticioso. Y más agua sobre la fiesta cayó cuando la misma fuente reveló la desclasificación, en los Estados Unidos también, de otro documento, de 29 páginas, que recogió el testimonio de un ex oficial del ejército peruano “que describe su papel en asesinatos, ataques con bombas, violaciones sexuales y torturas”.
Pero quien ha heredado la desfachatez de su padre, la señora Keiko, la que estudió en los Estados Unidos con dinero sucio de la mafia que su papi montó para hacer del Perú un muladar, la muy simpática y espero que multípara señora Keiko, la reina de RPP, la favorita de Raúl y del Chema, llegó a pedirle a San Martín más concesiones, nuevas licencias, mayor permisividad. No tengo duda de que el doctor San Martín lo estará pensando.
El Perú se juega el honor internacional en este juicio. Si los crímenes horrendos cometidos en el marco de una política de Estado impuesta por una dictadura, no conducen a un proporcional castigo, declarémonos, de una vez, un no-país, un simulacro de Estado, un aborto de República, un rancho con mojones fronterizos. Allí vivirán felices, para siempre, los rafos y las keikos. Y quizás ese tal San Martín, que, por lo pronto, necesita una personalizada declaración de independencia.
C.C.H.
Prensa escrita.